Artículo 52
Introducción: La urgencia de medir antes de actuar
En un entorno donde la presión regulatoria crece —con normativas como la CSRD y las ISSB S1 y S2 en Europa y EE.UU o las NIS en México— y donde los grandes compradores exigen transparencia climática en sus cadenas de suministro, muchas empresas comienzan a diseñar estrategias de sostenibilidad sin tener claro su punto de partida. Esta prisa por comunicar acciones «verdes» puede llevar a errores costosos.
El más común: intentar reducir emisiones sin contar con una línea base sólida.
Para las PYMEs industriales o exportadoras, establecer una línea base de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) no es un lujo, es un paso crítico para competir, asegurar contratos, cumplir con normativas y acceder a financiamiento verde. Sin esta base cuantitativa, cualquier esfuerzo de reducción se vuelve intangible, difícil de validar y, en muchos casos, inefectivo.

¿Qué es una línea base de emisiones GEI?
La línea base es una fotografía cuantitativa del volumen total de emisiones GEI de una empresa en un periodo representativo (por lo general un año calendario), desagregada por fuentes, alcances y categorías según el Protocolo de GEI. Es el punto de partida desde el cual se mide el progreso de una estrategia de reducción.
Funciona como un «año cero»: permite establecer metas claras, monitorear avances y reportar resultados con credibilidad.
Sin esta referencia, no se puede saber si una acción ha sido efectiva, ni justificar inversiones en eficiencia o descarbonización.
Una buena línea base debe ser:
- Representativa de las operaciones normales de la empresa.
- Trazable, con datos verificables.
- Coherente con estándares internacionales (GHG Protocol, ISO 14064-1).
Errores comunes al no tener una línea base
- Objetivos sin fundamento: Muchas empresas anuncian metas de reducción (como 20% en 5 años) sin saber de dónde parten. Esto resta credibilidad y puede llevar a sobrecostos o frustración interna.
- Inversiones desalineadas: Sin datos claros, es común invertir en tecnologías o medidas con bajo impacto real en las emisiones, desperdiciando recursos que podrían haberse enfocado estratégicamente.
- Incumplimiento normativo: Varias regulaciones y estándares de divulgación, como CDP, NIS o SBTi, requieren una línea base para validar acciones y resultados. Omitirla implica no poder reportar adecuadamente y quedar fuera de ciertos mercados o beneficios fiscales.
- Falsos positivos: Empresas que implementan acciones y comunican reducciones aparentes sin tener una referencia pueden caer en greenwashing, aún sin intención.
Cómo establecer una línea base confiable
- Definir el año base: Elegir un año representativo (reciente, con datos accesibles y sin distorsiones operativas) como referencia.
- Identificar fuentes de emisión: Clasificarlas en Alcance 1 (directas), Alcance 2 (indirectas) energía comprada y Alcance 3 (demás indirectas) cadenas de valor.
- Recolectar datos de actividad: Consumos energéticos, combustibles, refrigerantes, viajes, compras, residuos, etc. Deben ser precisos, trazables y completos.
- Aplicar factores de emisión: Utilizar fuentes reconocidas (IPCC, INEEC, EPA) para convertir la actividad en toneladas de CO2e.
- Verificar y documentar: Validar la coherencia de los datos y elaborar un informe técnico que sirva de base para auditorías o certificaciones futuras.
Contar con acompañamiento técnico especializado asegura que la línea base sea más que un ejercicio contable: se convierte en una herramienta de gestión.
Más allá del diagnóstico: Cómo usar la línea base para decisiones estratégicas
Una línea base bien construida permite mucho más que medir: Permite gestionar.
- Establecer metas creíbles: Basadas en la realidad operativa y alineadas con estándares como SBTi o los marcos regulatorios europeos.
- Priorizar acciones con impacto real: Como reemplazo de fuentes energéticas, eficiencia en procesos clave o rediseño logístico.
- Evaluar el ROI climático: Comparar alternativas de inversión según su impacto en las emisiones GEI.
- Alinear con objetivos de negocio: Vincular la estrategia climática con crecimiento, reducción de riesgos y mejora de reputación.
- Prepararse para auditorías y financiamiento: Desde bonos sostenibles hasta líneas verdes de crédito, los datos son la puerta de entrada.
Las empresas que convierten su línea base en un KPI directivo logran integrar la sostenibilidad en su toma de decisiones, evitando que se quede solo en el área de responsabilidad social o medio ambiente.
Medir primero, actuar con dirección
En sostenibilidad, como en cualquier estrategia empresarial, no se puede mejorar lo que no se mide. Establecer una línea base de emisiones es el paso más lógico, pero también el más ignorado.
En Smart Sustain®, hemos visto cómo las empresas que comienzan por este paso no solo logran comunicar mejor sus esfuerzos, sino también optimizar recursos y tomar decisiones con impacto real.
¿Ya conoces tu punto de partida?
Si tu empresa aún no tiene una línea base, este es el momento ideal para construirla. No solo por exigencias del mercado o de tus clientes, sino porque te dará claridad, dirección y ventaja competitiva en un mundo que ya no perdona la improvisación.
#SostenibilidadConValor